Hace semanas que la gran diversión del verano es el mundial de fútbol, que vemos en familia como de costumbre. Esta vez, y en contra de lo que pueda parecer -ya que nuestro equipo ha llegado por primera vez en su historia a la final-, me está pareciendo muy corto respecto a otras ocasiones.

Se está disfrutando muchísimo, cada tarde que juega nuestra selección es una fiesta. Es una extraña sensación escuchar el silencio en las calles a la espera de una explosión de júbilo en la que todos ríen, lloran, saltan, gritan y son felices, en resumen.
Es bonito que todos sean partícipes, dejando atrás las diferencias, olvidando un poco los problemas, disfrutando del momento, soñando. Y ojalá el efecto durara mucho más y pudiera invadir las ciudades y nos diera un nuevo barniz a todos para ser más fuertes, más valientes, más seguros, más felices, en definitiva.
Bijoux también lleva su bandera
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