Catedrales, monumentos, sitios de interés, restaurantes famosos, calles céntricas, esculturas de personajes ilustres. Cada ciudad es un mosaico de virtudes y características originales que invitan a visitarla, a conocerla. Yo deseo, además, descubrir curiosos detalles, cualquier cosa que pase desapercibida a los ojos del turista corriente o que sea tolerada por costumbre por el morador habitual.
En plena calle comercial, en la que cientos de personas entran y salen de los edificios sin prestarles las más mínima atención a nada que no sea su escaparate, se levanta una fachada como de sueño fantástico, en el que la vegetación puede más que el ladrillo y planta sobre él todo su esplendor. La forja se ondula cual liana al viento, flores nacen de los remates finales y mil formas se entremezclan en un puzzle de color.
En un parque cercano, se dibujan pompas de jabón en el aire rizando una cuerda, y parece que miraras el mundo como a través de mar, una especie de toque surrealista con olor a platos limpios.
Bajo un arco que lo esconde del sol, un extranjero vende unas cartulinas con tu nombre escrito con letras de barcos, playas desiertas, palmeras y guacamayos
Por supuesto, no pude resistirme y me traje el mío.
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